Con el objetivo de conocer la infraestructura y las capacidades del Laboratorio Nacional de Observación de la Tierra (LANOT), con sede en el Instituto de Geografía (IGg), se contó con la visita de personal de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti); la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones; el Programa Universitario Espacial (PEU) de la UNAM; y del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Esta visita al LANOT se enmarcó en el proyecto que tiene como objetivo el desarrollo de una constelación de nanosatélites de observación de la Tierra, que serán colocados en órbita baja, lo que permitirá realizar un monitoreo del país. En dicho proyecto participan: la UNAM, el IPN y la Secihti.
Jorge Prado Molina, académico del IGg, destacó que se está explorando la posibilidad de que el LANOT pueda recibir las imágenes de la constelación de satélites mexicanos, que se espera se pongan en órbita en los próximos años.
En entrevista, José Francisco Valdés Galicia, coordinador del PEU, explicó que el proyecto satelital mexicano de observación de la Tierra, contempla hacer una constelación de cuatro satélites en órbita baja, “órbita LEO (Low Earth Orbit), para observar fundamentalmente el territorio nacional”.
Y con miras a que el país desarrolle una tecnología satelital propia, “un esfuerzo de las instituciones mexicanas por mostrar nuestro potencial”, destacó.
Experiencia y sinergias
Jorge Prado, explicó a los visitantes sobre el tipo de imágenes satelitales y datos que se reciben, almacenan y procesan en el LANOT, que inició operaciones en 2017, información que es utilizada por instituciones académicas, estatales y federales de protección civil encargadas de emitir alertas tempranas a la población, como: la Secretaría de Marina, el Centro Nacional de Prevención de Desastres, el Servicio Meteorológico Nacional, entre otras.
En entrevista, el académico señaló que en el LANOT se reciben imágenes del satélite GOES-16, un satélite de gran tamaño y potencia; mientras que los satélites de órbita baja que integrarán la constelación “son de menor tamaño y disponibilidad de energía a bordo (nanosatélites de 4.2 kilogramos y unos cuantos watts de potencia).
Por ello, es necesario “optimizar los nanosatélites, dado que se ponen todos los componentes que lleva el satélite grande, pero se compactan. Eso también tiene un costo en cuanto a energía, porque no hay energía suficiente para hacer una transmisión adecuada y se necesitan antenas más grandes para poder captar su señal desde la órbita terrestre”.
En cuanto a la información que aportan las imágenes de los satélites de órbita baja, el universitario detalló que, tienen una cobertura más local y pueden ayudar en el monitoreo del: crecimiento de las ciudades y la presencia de invasiones de áreas naturales protegidas, entre otros fenómenos. “La idea de una constelación es que se tengan imágenes con periodos más cortos de tiempo, lo que se conoce como la revisita de los satélites a un lugar”.
Prado Molina refirió que desde hace años en el IGg se ha desarrollado un área relacionada con la instrumentación espacial, que está a su cargo, y en los últimos años ha obtenido tres patentes por sus invenciones relacionadas con las técnicas y principios empleados en la industria aeroespacial para el diseño y manufactura de satélites utilizados para la investigación espacial.
Sus aportaciones se han centrado en los siguientes desarrollos tecnológicos: un simulador satelital para nanosatélites con movimiento irrestricto en tres ejes; un sistema para determinar el centro de masa en nanosatélites; y un sistema de elementos móviles para reajustar en órbita el centro de masa de un nanosatélite.
En esta búsqueda de sinergias con instituciones nacionales que participen en el proyecto satelital mexicano de observación de la Tierra y contribuyan a desarrollar una tecnología propia, “tenemos mucho que aportar”, concluyó.