A
finales de 2018 documentalistas de la BBC interrumpieron una grabación en la
Antártida para ayudar a una colonia de pingüinos que había quedado atrapada en una
hondonada. La noticia recorrió el mundo a la par de la polémica. No intervenir,
argumentaron algunos, debe ser regla inviolable para los realizadores de ese
tipo de documentales; otros, en cambio, lo juzgaron completamente justificable.
Con este debate como telón,
Catia Faria, filósofa y coordinadora del Grupo de Investigación Ética Aplicada
de la Universidad de Minho, Portugal, dio inicio al seminario de Naturaleza y
ética post-darwiniana en el auditorio principal del Instituto de Geografía
(IGg) de la UNAM.
Invitada por dicha instancia
académica además del Programa Universitario de Bioética y el Colegio de Geografía
de la Facultad de Filosofía y Letras, Catia Faria buscó ahondar en las
relaciones éticas de las interacciones del ser humano con animales no humanos,
declaró Álvaro López, académico del IGg y uno de los organizadores del
seminario.
Intervenir o no, esa es la cuestión
¿Hicieron
bien los documentalistas al ayudar a los pingüinos? Y más aún, ¿es correcto
intervenir en procesos naturales como esos? La respuesta a dichos
cuestionamientos, sugirió Catia Faria, dependerá de lo que cada uno considere
como entidades que deben ser tomadas en cuenta a la hora de deliberar
moralmente.
Aunque existen propuestas éticas
que limitan su campo a los seres humanos, el planteamiento de Faria se extiende
a todos los individuos sintientes, es decir a aquellos seres que tienen la
capacidad de sufrir y disfrutar. Desde esta perspectiva, el ser humano no sólo
carece de justificaciones éticas para dañar a otros animales, sino que -incluso- tiene obligaciones morales
hacia con ellos. En ese sentido, la filósofa española consideró que -al ayudar a los pingüinos- los documentalistas actuaron
correctamente.
Pese a que presenciar casos en que
animales sufren daños a causa de procesos naturales podría despertar la compasión
humana, normalmente tiene mayor peso la idea de no intervenir. Tal juicio está
vinculado a una visión idílica de la
naturaleza, perspectiva que supone lo natural
como moralmente neutro, comentó la doctora Faria.
Si bien, la naturaleza no es moralmente
evaluable dado que no se le puede atribuir agencia o intencionalidad moral; sí
puede afirmarse que sus efectos no son moralmente neutrales. Aunque las
enfermedades son producto de la naturaleza, ejemplificó la investigadora, generalmente
les atribuimos una connotación negativa, de tal forma que si existen medios
para evitar enfermarse lo hacemos. En
ese sentido, a nivel de sus efectos, es que la naturaleza puede ser evaluada
moralmente, declaró.
Sufrimiento, no bienestar
Contrario a la visión general, el sufrimiento -y no el bienestar- es lo predominante en la naturaleza. A menudo se piensa que la mejor acción en beneficio de los animales silvestres es dejarlos estar en sus hábitats, confiando en que encontrarán lo necesario para satisfacer sus necesidades básicas. No obstante, la evidencia muestra que la mayoría de los animales tienen vidas cortas y llenas de sufrimiento, comentó Catia Faria
La razón por la que el sufrimiento predomina en la naturaleza, agregó, responde al tipo de estrategia reproductiva de selección R, que maximiza el número de descendientes para ampliar la probabilidad de que una de las crías sobreviva. Anfibios, peces y pequeños mamíferos utilizan dicha estrategia, a través de la que pueden llegar a tener cientos de descendientes de los que sólo sobreviven unos cuantos, el resto muere de forma dolorosa.
Si sufrimiento y dolor son constantes en la corta de vida de dichos animales, y además la estrategia reproductiva de selección R es ? de manera abrumadora ? la más utilizada en el planeta, podemos sostener que el sufrimiento predomina en la naturaleza, sentenció Catia Faria.
Hacia éticas post-darwinianas
Aunque las teorías
evolucionistas sugieren que los animales están adaptados a su entorno, lo están
a un grado tal en el que sólo sobrevive una fracción muy pequeña de ellos. Además,
sobrevivir no implica necesariamente vivir bien, comentó Catia. Agregó que continuamente
la naturaleza genera eventos que dañan a los animales a través de lesiones
físicas y enfermedades que no son sometidas a tratamiento médico; inanición;
agresiones de individuos de su misma especie o de otras; condiciones climáticas
extremas; etcétera.
Ante
este escenario en el que, por un lado, la lucha por el éxito reproductivo
maximiza la transmisión de genes a expensas del bienestar de los individuos y,
por otro, los organismos fuertes tienden a eliminar a los más débiles; la
fundamentación de una ética post-darwiniana obliga a sus adeptos a intervenir -en la medida de lo posible- para impedir que los daños tengan lugar -o al menos minimizar su impacto- de la
misma manera que lo haríamos con otros seres humanos, puesto que ésta propuesta
parte del supuesto de que todos los seres sintientes son moralmente
considerables.
Así, la intervención de los
documentalistas para ayudar a los pingüinos no sólo estaría moralmente justificada,
sino que, para un practicante de esta propuesta ética, ayudarles sería obligatorio.
Catia Faria aclaró que tales
intervenciones sólo deben realizarse cuando se tenga asegurado que no causarán
más daño del que intentan eliminar. En ese sentido subrayó que mientras la
filosofía permite imaginar escenarios en los que sería posible llevar a cabo
estas prácticas, la implementación de las mismas sólo podría alcanzarse con la
ayuda de biólogos, geógrafos, ecólogos, cuyas investigaciones ahonden en el
conocimiento del resto de animales que habitan nuestro planeta.
Si te
interesa el tema, puedes ver la conferencia completa a través del siguiente enlace.